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El Foro "Corriente de Opinión Ciudadana" fue fundado en la ciudad de Mendoza - Argentina en el año 2000- y sus integrantes son: Dr. Roberto Chediack; Dr. Roberto Follari; Prof. Elsa Pizzi; Dra. Esther López; Dr. Jorge Barandica; Cont. Oscar Santarelli; Prof. Olga Ballarini; Lic. Walther Marcolini; Cont. Pedro López; Arq. Ennio Fattiboni; Mag. Pedro Zalazar

miércoles, 15 de septiembre de 2010

CRÍTICA A LA POLÍTICA DESDE LA POLÍTICA

6 de Septiembre de 2010 |08:33
Crítica a la política desde la política
El conocido pediatra, pensador y dirigente socialista, desempolvó un artículo publicado en un libro suyo hace una década...pero cuya actualidad está indemne. Roberto Chediack abre aquí un espacio de reflexión y debate.
por Roberto Chediack
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Compartir La política sin moral no es política.
Alfredo Palacios

En estos momentos en que hay una sensación de falta de credibilidad sobre los políticos es necesario abrir debates, para que la política vuelva a tener el contenido de las grandes causas
movilizadoras. No sólo en este campo es necesario hacer un análisis autocrítico, sino que también debieran hacerlo otros sectores, periodistas, médicos, sindicalistas, empresarios, policías, jueces, vecinalistas, etc., pues es conveniente ir haciendo una síntesis para bien del desarrollo social. Los políticos son la representación de la sociedad que tenemos. Hay gente que en todos estos campos ejerce su función con honestidad y otros que son simples mercaderes. En política pasa algo similar y es por eso que hay que ir, con honestidad
intelectual, encontrando caminos para la superación común. Además cada “corporación” tiene sus códigos y está “todo mezcladito en la viña del Señor”.

La utilización de los espacios públicos para beneficio personal, grupal o sectorial, el incremento del carácter electoral de los partidos donde se confunden medios con fines, donde no importan los medios, devino en una profundización de la separación entre partidos,
dirigentes y sociedad. Lo mismo puede estar pasando con muchas organizaciones intermedias, en la medida que van adquiriendo los mismos códigos y donde también se reflejan iguales confusiones o cuando las mismas entran a jugar en las internas o externas de los partidos.

Uniones vecinales, cooperativas de vivienda o sindicatos en algunos casos no escapan a esa realidad.

También el mundo mediático que se personaliza en algunas representaciones frustra la posibilidad de convocar a la sociedad a bregar por las grandes gestas transformadoras. El crecimiento desmesurado de las maquinarias electorales, donde las encuestas y encuestadores o asesores de imagen no sólo determinan cómo se dice, sino qué se dice y donde los hombres dejaron de ser ciudadanos para ser consumidores deviene en esta depreciación y desarticulación.

El rol y la jerarquía de la política radicaba en orientar a la sociedad tras objetivos y propuestas que hoy están mimetizadas en muchos casos. Un docente que no enseña y forma, deja de ser docente y ya no recibe el trato y la consideración que se merece. La distancia entre el discurso y la acción, y la falta de coherencia entre el decir y el hacer, ahondó esta separación con la sociedad.

Nace así la práctica política del apoliticismo, que piensa que tiene más vigencia la propuesta apartidaria que la convocatoria a adherir protagónicamente en la construcción de un nuevo tiempo, a través de mejores partidos políticos. También en las escuelas algunas veces se escucharon las ventajas de la supresión del docente y terminó en el caos que posibilitó el antidocente. O en el caso de la política, en el mensaje o la acción de los autoritarios que mataron, secuestraron y silenciaron mientras hacían negocios y comenzaba la entrega del
país, sin que nadie pudiera hablar o discrepar.

Es necesario rechazar las ideas del compromiso partidario visto como “clientelismo político”, pero es necesario aportar al compromiso partidario como síntesis de principios, ideales y programas que constituyan al bien común. Por otra parte, y esa es tal vez la más dramática malversación que hizo el menemismo, se quiere confundir lo público con lo privado, o el partido con el Estado, caso patente en el nombramiento de los senadores truchos. O el uso de
los recursos destinados a políticas sociales para campañas electorales o del prebendismo político para crear clientelas cautivas basadas en las necesidades apremiantes como el hambre o la desocupación, lo cual debilita la democracia. O cuando en lugar de hablarse de consenso se usa la palabra negociación que puede significar la sana síntesis, como también el cambio de monedas. Consenso significa, aún desde lo diverso, hacer una síntesis que exprese el bien común, para elaborar, por ejemplo, una política de Estado en relaciones exteriores, salud o educación, que no puede ser para cuatro años. El discurso político pierde credibilidad cuando está determinado sólo por el posibilismo político de encaramarse en el poder, por el poder
mismo o cuando se miente para hacer luego lo contrario. El presidente Menem dijo que “si él hubiera dicho lo que realmente pensaba hacer no lo hubieran votado”. ¿Eso no es malversar la democracia y la política? Y después amparó múltiples negociados.

El otro tema importante es que un proyecto debe estar sustentado por valores que no pueden ser reemplazados por concepciones económicas. La política sin ideología y sin un sistema
de valores es la muerte de la política. El llamado pragmatismo ha significado vaciar a la política de valores y donde la política y los valores se subordinan a la economía. Los valores tienen la
trascendencia que no tienen solas las propuestas económicas.

La economía debe estar subordinada a los valores de la sociedad y la política debe cumplir ese rol. El libre mercado sin el rol del Estado y la orientación política, al igual que el desarrollo
científico tecnológico, termina produciendo más fenómenos adversos que beneficios, y en eso tenemos el ejemplo de la concentración de las riquezas, aumento de la pobreza y desempleo. Hay que volver a dar la batalla cultural para derrotar el discurso único y la afirmación perversa de que “todo es inevitable” que se utiliza para inmovilizar y acentuar el individualismo. El discurso sin valores pierde vigencia e inserción.

Entre un político que toma el discurso de los banqueros y un banquero, es más contundente el banquero. Y los “banqueros” subyugaron a los políticos, y la política se separa de la sociedad en la medida que no la representa. El banquero es representante de los intereses privados y la política debiera serlo de lo público. Una política sin contenido humano y social determina el achicamiento de lo público y “el avance de los banqueros” y de este capitalismo tan salvaje
iniciado por Reagan y Thatcher –aunque hoy, sobre todo en Europa, se tiende a la reversión de esto que fue tan nefasto para la humanidad–. El premio Nobel de Literatura José Saramago expuso: “Es cierto que en democracia los pueblos eligen sus parlamentarios, a veces su presidente, pero luego esos gobernantes democráticamente elegidos son presionados, dirigidos, administrados y virtualmente suplantados por grandes decisores supranacionales. A éstos –pregunta– ¿quién los eligió?”. Y concluye “por eso este mundo es una m...”. Los partidos
o los políticos que no tienen dinero para aparecer en TV o los medios no existen.

Así se construyen verdaderas maquinarias electorales donde están inmersos los encuestadores, medios, etcétera. Esto predetermina que muchos empresarios “que no siempre les interesa el país” donen dinero a los posibles partidos ganadores para así asegurar el tráfico de influencias quedando todos encerrados en una trampa mortal. Otros aprovechan el Estado como “cazavotos”. No hay que ser mago para verlo aunque no siempre es posible demostrarlo.


Todo esto ha llevado a muchos políticos, con vocación de servicio, a comenzar a buscar caminos que hagan posible revitalizar nuevas formas de hacer política y nuevas formas de construir políticas de Estado para que la sociedad vuelva a compartir grandes objetivos
y para cambiar esta sociedad inhóspita, violenta, exclusora, alienante y hasta mentirosa. El único camino es profundizar la democracia, erradicar concepciones mercantilistas, clientelistas, hegemónicas o de desvaríos autoritarios y donde las personas comunes vuelvan a
ser ciudadanos totales y no consumidores.

Nuestra democracia es adolescente y por lo tanto aún conflictiva, y aunque el camino es largo hay que ubicar los grandes rumbos. ¿Tendremos los políticos la capacidad y la generosidad de
salir de los internismos que nos agobian y de los personalismos que nos limitan? ¿Podremos privilegiar los proyectos, las instituciones y la sociedad como única alternativa para que el pueblo tenga un destino que rompa la trampa mortal de esta globalización perversa que
imponen algunos países y algunos financistas y que lleva a la humanidad a la devastación ecológica, a los genocidios por hambre, a guerras prefabricados o a golpes de mercado?

Esto es necesario debatirlo no como parte de una campaña electoral sino con una concepción de destino como pueblo y país.

Espero que otros sectores sociales que también tienen que ver con la política, con el gremialismo o el periodismo, hagan lo mismo.

Sólo así, sin alarmismo, reconciliaremos la política con la sociedad y la vida.

Los ciudadanos son encuestados tan a menudo que han perdido toda opinión.

Jean Baudrillard

Camaleones, Política y Sociedad

Releyendo el “Libro de los Abrazos” de Eduardo Galeano, encontré una cita imperdible que caracteriza bastante bien lo que sucede en la política y sociedad actual: “Tiempo de camaleones. Nadie ha enseñado tanto a la humanidad como esos humildes animalitos. Se considera culto a quien bien oculta, se rinde culto a la cultura del disfraz. Se habla el doble
lenguaje de los artistas del disimulo. Doble lenguaje, doble contabilidad, doble moral; una moral para decir y otra moral para hacer. La moral para hacer se la llama realismo (o pragmatismo agregaría). La ley de la realidad es la ley del poder. Para que la realidad no sea irreal, nos dicen los que mandan, la moral ha de ser inmoral”.

Cualquier parecido con lo que sucede actualmente con muchos nombres y personajes que pueblan nuestra TV, diarios y círculos del poder económico, político y social, es pura coincidencia o ficción.

Lo digo para que nadie al leer esto se sienta ofendido, al verse retratado como en un espejo. Tampoco creo que se sientan aludidos o sientan un poquito de vergüenza, eso lo superaron hace tiempo. El disfraz es impecable y muchos fueron heredados de sus viejos maestros del disimulo, aunque renieguen de ellos. Convengamos que esto no se ve solamente en política, en la disputa de cargos y en la estructura del poder donde el libro de pases está abierto, cambiando de camiseta según le aseguren las mejores chances y votos para llegar a una postulación.

La alianza de los diferentes, pero en base a principios filosóficos, ideológicos o éticos, no tendrían nada de condenables pero se ve poco y son ejemplos aislados que terminan fagocitados por una estructura que se ha consolidado como una matriz cultural en el hacer político, y en donde el que no usa disfraz no llega, aunque tenga intenciones reales de cambio en beneficio de toda la sociedad.

Pero esto no sólo pasa aquí y en política, sino que es el reflejo de la degradación que a nivel mundial hemos tenido con la globalización económica que trajo consigo, no la universalización
de los valores, sino la concentración de cuentas bancarias y estas pautas culturales del “todo vale”. Veamos algunos ejemplos: Bush invocando a Dios para hacer guerras por el petróleo o intereses geopolíticos, o Bin Laden invocando a Alá. Parecen guiados por eso de “a Dios rezando y con el mazo dando”, mientras que los pueblos padecen sufrimientos indescriptibles.
Muchos otros se disfrazan de benefactores de la humanidad, aparentemente preocupados por la pobreza o el hambre, y reciben dinero de las grandes empresas o grupos económicos. Por lo tanto, aunque lo sepan, nunca hablan de los responsables, de los que producen y reproducen las calamidades sociales. Recuerden, entre tantos, por ejemplo al Padre Grassi, con su fundación “Felices los niños”, que apoyaba a Menem, Cavallo y a los grupos económicos
que ellos representaban y que le otorgaban grandes subsidios, algunos del Estado; precisamente los mismos que perfeccionaban un modelo social que excluía a millones de seres humanos. O los sindicalistas dueños de grandes fortunas que se sentaban en la mesa de los
poderosos y que decían “defender los intereses de los trabajadores”.

Cuántos de la jerarquía eclesiástica le daban la hostia a Videla –que también era recibido en el Vaticano, que lo cubría con un “manto de piedad”– mientras aquí se sufría represión y muerte, con muchos sacerdotes y monjas que no usaban el doble lenguaje como víctimas. Cuántos más hacen aportes supuestamente a la cultura junto a miembros de la farándula, a través de programas no sólo estupidizantes sino alienantes, como “Bailando por un sueño”, caño incluido, o el “Gran hermano”, esa verdadera fábrica de clientes acríticos que luego son funcionales a los dueños del poder político y económico.

Otros empresarios dicen apoyar el desarrollo de la provincia o el país pero están más interesados en explotar nuestros recursos como el agua o la tierra. Cuántas sociedades anónimas han creado mercados cautivos como las AFJP, que dicen estar muy preocupados “por los pobres jubilados” y no les interesa en nada el destino de los viejos; o corporaciones de capitales anónimos que lucran con la enfermedad pero que se muestran como los adalides de la defensa de la salud.

En fin, sería interminable hacer un listado de las múltiples formas y colores con los cuales los camaleones se mimetizan en la sociedad para hacer sus negocios. Y la culpa no la tienen esos
humildes bichitos, sino un modelo donde hace tiempo, muchos vendieron principios filosóficos, éticos, morales y humanos.

Tal vez en esta etapa, para comenzar a cambiar la matriz cultural de los disfraces, debamos hacerles conocer a los jóvenes la historia y la vida de los Angelelli, Alicia Moreau de Justo, Lisandro de la Torre, Alem, Illia, Rodolfo Walsh, Agustín Tosco y otros, que nunca usaron los disfraces de los camaleones y nos enseñaron con su testimonio que otras conductas de vida son posibles, las únicas que entran en la historia.

Link permanente: http://www.mdzol.com/2010/09/06/nota/234964
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